Quiénes somos Historia, espiritualidad y fundadora

Rasgos de nuestra espiritualidad


La Eucaristía, en cuanto sacrificio y banquete, y en cuanto sacramento que es memoria, actualización y presencia, para nosotras, de la encarnación-vida-pasión-muerte- resurrección- glorificación del Señor, y ejercicio máximo de su sacerdocio, constituye el centro mismo de nuestra vida consagrada, de nuestra espiritualidad y de nuestra misión evangelizadora. En nuestra Congregación, desde sus mismos orígenes, ha tenido una gran importancia la adoración nocturna al Santísimo Sacramento, como comunión con los sufrimientos de Jesús que perdura en quienes sufren hoy. Fieles a nuestra viva tradición, hemos de vivir cuidadosamente este rasgo de nuestra espiritualidad.

La Virgen María es la perfecta cristiana, la discípula y la fiel seguidora de su Hijo. Ella misma "se consagró enteramente, como esclava del Señor, a la Persona y a la obra de su Hijo, subordinada a Él y juntamente con Él, sirviendo con la gracia de Dios omnipotente al misterio de la redención". En docilidad activa al Espíritu Santo, adoptó el mismo estilo de vida de Jesús, viviendo en plenitud su mismo misterio de castidad, pobreza y obediencia. Por eso es modelo perfecto de nuestra vida consagrada y garantía eficaz de nuestra fidelidad.

Toda nuestra espiritualidad se centra en el Corazón de Jesús, es decir, en su amor al Padre y a los hermanos, y brota de Él como de raíz viva y perenne. Son rasgos esenciales de nuestra espiritualidad, como fruto y exigencia de nuestro carisma, en cuanto Hermanas del Sagrado Corazón de Jesús y de los Ángeles, principalmente, los siguientes:

en el misterio de su Amor a Dios y a los hombres, simbolizado en su Corazón: creyendo en ese amor, dejándonos amar por Él y amando con su mismo amor misericordioso a todos, especialmente a nuestras hermanas y a las personas (más) necesitadas, destinatarias de nuestro servicio apostólico.
como sacrificio y como sacramento, participando activamente en ella cada día, recibiendo el Santísimo Cuerpo del Señor y rindiéndole culto de adoración y de alabanza en el mismo sacramento. Una permanente actitud de culto, adoración y alabanza a la Santísima Eucaristía, que debe impregnar toda nuestra vida y misión.
en favor de todos los hombres, especialmente de las personas que sufren la pobreza de la soledad. El espíritu de contemplación y de servicio, a ejemplo de los santos Ángeles, en el ejercicio de nuestro apostolado, viviendo una actitud contemplativa en medio de la acción apostólica.
como Jesús y como María, dejándonos guiar y enseñar por Él, a través de las distintas mediaciones y de los acontecimientos de la vida, siempre abiertas a su acción y a sus inspiraciones.
propio de unas Hermanas que se saben llamadas, por especial vocación, a vivir en la Iglesia un mismo carisma y a realizar en ella una misma misión. Esta vida fraterna en comunidad es, en sí misma, apostolado, testimonio y profecía del Reino.
al silencio profundo, a vivir en actitud de conversión, a la intimidad con Dios, a la oración y al espíritu de oración, a la fe inquebrantable en el amor misericordioso de Dios, a amar con ese mismo amor a los demás, a imitar la mansedumbre y la humildad del Corazón de Jesús, a vivir y a promover un sano humanismo, en un mundo deshumanizado.
en todo lo que somos y hacemos, junto con la prudencia evangélica. Y, al mismo tiempo, el espíritu de pobreza y sacrificio, de laboriosidad y de alegría.
impregnado de amor y de ternura, a las personas que (más) necesitan de nuestra ayuda y primeras destinatarias de nuestra misión, siendo, para ellas, verdaderos Ángeles Custodios: consolando y fortaleciendo, en ellas, al mismo Cristo.
y el esfuerzo sincero por responder a ellas, siempre en fidelidad a nuestro carisma y misión.